El pasado domingo 21 de Marzo visité el puerto de Paracas. Desde allí, después de haber "discutido" previamente en Pisco y en la parada del autobús con varias agencias de turismo la posibilidad de visitar las Islas Ballestas (en ambos sitios querían venderme su "plan de viaje", al cual dije que no), me embarqué por mi cuenta, no sin antes regatear un poco el precio, en un bote lleno de turistas peruanos, rumbo a las "Islas Galápagos de los Pobres", como tambíen se las conoce.
Nuestra primera "parada" fue para poder contemplar el Candelabro de Paracas. Se trataba de unas líneas dibujadas/esculpidas en la arena, similares a las famosas Líneas de Nazca pero que están orientadas al mar. Se cree que tenían una función de ayuda a la navegación. Si no recuerdo mal, creo que el guía dijo que era de origen desconocido, pero que databa de la era preinca. Debido a la escasa, más bien nula, precipitación presente en la zona, está imagen permanece indeleble, tal como fue diseñada y esculpida en una de las árida dunas de la Reserva de Paracas.
A continuación, proseguimos nuestro viaje hacia las Islas Galápagos. Durante años, estas islas fueron explotadas insosteniblemente para la extracción de guano, un fertilizante orgánico muy rico en fósforo; y muy cotizado (antes de la aparición de los fertilizantes químicos). Actualmente, esta extracción se produce cada 10 años, intentando minimizar el impacto producido sobre la fauna. Durante todo el viaje, fuimos viendo cómo los cormoranes se tiraban en picado y se zambullían en el agua en busca de algún pececillo. Además fue constante la presencia de diversas especies de gaviotas, pingüinos, pelícanos, unas aves carroñeras (similares al cóndor pero más pequeñas)y muchas otras más. También numerosos leones marinos, de aspecto perezoso(seguramente por el calor y la hora en la que estábamos, alrededor de las 15.00), con sus crías de aspecto suave y juguetón. Ya de regreso al puerto y con más ganas de comer que de mirar aves y tomar fotografías, a mitad camino, nos quedamos sin combustible. Si, si, nuestro bote se paro. El capitán del barco, no hacía más de darle al starte, para intentar ponerlo en marcha de nuevo (imagino que no sabía que con aire únicamente no lo conseguería arrancar. Por si fuera poco, el mar se estaba agitando y el viento soplando con más fuerza. Todo esto hacía que la barca se tambalease de un lado a otro. Cuando la gente se empezaba a poner nerviosa, una señora se desmayó. El colmo de todo, fue que los responsables del viaje, no se decidían a llamar a alguno de sus compañeros para que nos trajeran gasolina. Después de que le abuchearan unos cuantos padres que estaban con niños, y más de uno empezara a amenazarle, hizo la tan esperada llamado. ¿El resultado? ningungo. En vez de que zarpara rápidamente un barco, para así poder atender a la señora desmayada, no se que hicieron, pero allí no aparecía nadie. La suerte que tuvimos es que un pescador que pasaba de casualidad por allí, nos prestó un bidón de combustible, con el cual regresamos sanos y salvos a puerto. La verdad es que fue una situación "graciosa". Yo me dedicaba a reirme y a hacer comentarios irónicos con el resto de la gente. Lo malo hubiera sido que se nos hubiese parado el barco cerca de las rocas, o que se hubiese levantado marejada. Mucha de la gente que estaba en el barco no sabía nadar, y creo que para algunos pudo ser su primera y última visita al mar. No es que contratase una compañía barata, o algo por el estilo. De hecho, esta era la compañía oficial que realizaba este tipo de viajes.
Para celebrar que el incidente del barco se solucionó satistfactoriamente, y debido a que eran alrededor de las 4, nada más bajar y pisar tierra, me dediqué a buscar un "bonito y barato" restaurante. Después de haber ojeado los menús ofertados así como sus respectivos precios, me decanté por este plato, un gran y buen recién capturado cangrejo a la plancha, con un poco de guarnición.